(2005)
Era un día miércoles y, como todos los miércoles, vestida de profesora esperaba el colectivo para ir a mi trabajo de profesora de Derechos Humanos y Ciudadanía.
Los términos, si son reiterativos se constituyen en instrumentos didácticos y me acostumbré entonces a usarlos.
Con los alumnos, con las autoridades educativas (en especial) con mis hijos, con mis amigos.
Había en el aire perfume a jazmines.
Miraba mientras tanto las calles empedradas, los tilos cubiertos de hojas verdes, el ciruelo de la casa de mi vecina moviendo sus ramas con la brisa estacional, el vendedor de diarios en su bicicleta.
En primavera Adrogué estalla en fragancias distintas( rosas, jazmines, fresias...).
Me puse a fumar un cigarrillo para acortar la espera (Puta viciosa.)
La voz de “Chupete”en mis oídos , como hace tantos años en la celda.
Me reí.
Siempre me río de placer cada vez que fumo un cigarrillo.
La transgresión, la sobrevivencia, la oportunidad de vengarme de “Chupete” en el simple acto de fumar un cigarrillo.
“Chupete”, no fue el último cigarrillo, te equivocaste.
“Chupete”, hijo de puta desgraciado torturador
(Mis pensamientos a las siete de la mañana esperando el bondi).
Que llegó como solía llegar siempre en aquella época.
Puntual.
Con profesores dormitando en los asientos y con maestras con los delantales blancos y con las porteras con sus delantales azules o celestes.
Por fin ,sentada en el colectivo local ,comencé el viaje hacia la escuela por la módica suma de 0,75 $
Y si, eran épocas de 0, 75 $ y de la máquina expendedora de boletos que no funcionaba o se trababa
El recorrido habitual por las calles de Burzaco.
La estación, el vendedor de chipá, el paso nivel con ese olor a animal muerto y en estado de descomposición.
Siempre había algún perro o algún gato tirado entre los pastizales .
Siempre
Y la escuela que empezaba a divisarse tras doblar la esquina y caminar por las veredas carcomidas por el tiempo y a la sombra de los álamos que bordeaban las calles que habían sido empedradas.
Había llegado a la puerta de la escuela
El enrejado dejaba ver el descampado lleno de pasto recién cortado que se esparcía llevado por la brisa.
Pretendía pasar por entre una gran cantidad de adolescentes que se amontonaban frente a la puerta del edificio escolar.
Un empujón salido de la nada casi me tira al suelo.
Me aferré , como pude en forma instintiva al brazo de una alumna y entonces lo vi.
En el suelo, tirado, protegiéndose la cabeza con sus manos, un alumno evitaba la agresión de la que estaba siendo objeto.
Sus compañeros lo miraban, los adultos que por casualidad pasaban cercanos a la escena ,seguían tranquilamente (miremos para otro lado)
¿Cómo puede ser que un alumno está siendo zurrado y ningún adulto intenta intervenir?(Me preguntaba interiormente).
Entonces lo levanté, o me interpuse o grité ,no se, la cuestión es que de repente el joven estaba escudado con mi cuerpo y mientras intentaba sacarse las ramitas y hojas que se le habían pegado en el cuerpo y en la cabeza me introduje con él en el interior del edificio
Entonces el desparramo de alumnos, entonces los gritos de los docentes, entonces las autoridades de turno dándose por enteradas que ninguna había hecho algo por evitar lo que podía haber termindo como suelen terminar las peleas entre jóvenes descontrolados.
Y lo increíble.
Que yo era una alarmista, que tan solo eran juegos pesados de los “chicos”.
Ese día el episodio ocurrido a la entrada de la escuela había motivado de manera muy especial la clase de ese día
Así que comencé recordando lo que hace pocos años antes le había ocurrido a Cristhian que había entrado con vida a la escuela y había salido con la aorta ventral destrozada y muerto.
Todo había empezado con una pelea entre compañeros de clase y había terminado en una tragedia.
Y así el tema de la violencia social fue el tema de debate que rondó desde los pupitres a mi escritorio y desde mi escritorio a los pupitres.
Y así los acontecimientos del día habían dado lugar a la investigación sobre la violencia juvenil que aquel día mis alumnos llevaron como tarea para sus hogares.
Busquen para mañana información relacionada con hechos de violencia escolar ocurridos en el distrito al que pertenece la escuela.
Entonces , desde el fondo de la clase una voz reclama mi atención,
Profesora, ¿se acuerda de Pan triste?
La bandera argentina flameaba en el mástil de la escuela.
Por el ventanal adivinaba el paso del tren haciendo mover los rieles detrás de las “campanitas azules” que trepaban en el alambre de la medianera.
Mientras tanto, mis alumnos trabajaban al compás de la música de León Gieco.
Yo en silencio los miraba trabajar proyectando sus futuros.
(Te jodimos “Chupete, sobrevivimos y seguimos cantando con las voces de los muertos.)
La memoria apunta hasta matar
A los pueblos que la callan
Y no la dejan volar
Libre como el viento.
La voz de León Gieco como el humo de un sahumerio encendido se filtraba por los ventanales de la escuela y la bandera flameaba en el mástil, como en el 76, como en el 2005.
Les enseñarás a volar...pero, no volarán tu vuelo.
“Chupete”, torturador, hijo de puta , estoy enseñando a volar(mis pensamientos )
Recuerden a los padres palotinos que dejaron su sangre en el lodo y que son nuestros vecinos de Turdera.
Discutiremos en la próxima clase la metáfora y analizaremos por que murieron los padres palotinos.
Nos vemos el próximo miércoles
Hasta la Victoria Siempre
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