domingo, 22 de agosto de 2010

UNA PERRA LLAMADA ESPERANZA






Capítulo III






Esperanza había crecido al compás del crecimiento de mis hijos a quienes cuidaba y protegía.
Javier solía sacarla a pasear por el pueblo los domingos cuando iba hasta la panadería a comprar facturas para el desayuno dominguero que nos reunía a todos alrededor de la mesa con el mate y la chocolatada y la taza de café y el tazón de leche tibia para Esperanza.
Creo que cuando los años pasaron y cada uno de mis hijos mayores formaron sus propios nidos lo que más extrañé fue esa reunión alrededor de la mesa de los domingos con la pava y el mate y con el ruido que nuestra perra hacía mientras pasaba la lengua por el tazón hasta dejarlo limpio.
Esperanza se paraba junto a Javier y comenzaba a mirarlo fijamente hasta que obtenía lo que quería.
¿Qué quería?
Un pan de leche que era de todas las facturas su preferida.
Amiga de los recolectores de la basura no bien escuchaba el ruido del camión de la Municipalidad comenzaba a aullar al igual que cuando el ruido de la sirena de los bomberos nos despertaba en las noches o en los amaneceres de Adrogué.
Una perra loba y una fiel guardiana que si me veía llorar se tiraba a mis pies y comenzaba a lamerlos o me secaba las lágrimas con la lengua .
Y entonces yo la acariciaba porque sentía que Esperanza y yo nos habíamos conectado de una manera tan particular que era como si mi corazón y su corazoncito de perra latieran al mismo tiempo .
Ella sabía que yo estaba triste y abandonando el portón de entrada ladraba hasta que la hacía entrar en la casa.
Entonces se venía hasta mi habitación cuando por las noches solía despertarme llorando en aquellos días difíciles para mis hijos y para mi.
Y de un salto se subía a la cama y ahí se quedaba hasta que sonaba el despertador que a las cinco de la mañana hacía sonar su campanilla porque yo tenía que levantarme para irme a trabajar a la escuela.
De una a otra escuela así mi vida de entonces.
De una escuela a otra escuela siempre .
Con frío o con calor con truenos o con relámpagos, con ventarrones o con chaparrones .Indefectiblemente salía “emponchada” de mi casa y caminando me iba hasta la Avenida Seguí en la que esperaba el Jeep de Guillermo(el profesor de historia) que me levantaba y cagándonos de frío llegábamos a la escuela donde compartíamos el mate con las porteras y con el portero hasta que sonaba el timbre de entrada.
Cuando regresaba a casa al mediodía Esperanza me adivinada y comenzaba a ladrar no bien comenzaba a transitar por la vereda de mi hogar.
Y al verme ladraba y pegaba saltos con sus patas enormes que a veces solían tirarme al suelo.
Y nos abrazábamos y yo la besaba y ella me devolvía el beso en lengüeteadas que me dejaban la piel húmeda y pegagosa.
Le gustaban las manzanas y las mandarinas y nunca pudo habituarse a comer alimento balanceado.
Su devoción por los huesos hizo que muchas veces me enojara con ella porque Esperanza solía esconderlos debajo de la Santa Rita y los sacaba de ese lugar generalmente cuando yo había terminado de limpiar el patio con agua y lavandina.
Esper así le decíamos.
Y Esper paraba sus orejas y corría hacia quien la llamaba.
Victoria era muy pequeñita y Esper se transformaba en un andador para que caminara junto a ella porque la doblaba en peso y en tamaño.
Un día de esos días en que Esper se estaba dejando bañar al tocar una de sus patas sentí una dureza cerca de las uñas.
Esper ya había cumplido siete años y me preocupé porque nuestra veterinaria Alejandra nos había dicho que los ovejeros solían tener una muerte precoz.
Nunca pensé que Esper nos podía abandonar.
Eso podía pasarle a mi vecina y a su perro pero nunca a Esper y a nosotros.
Esper comenzó a renguear y al tocarle la pata me avisaba con su ladrido que le dolía.
Yo no sabía que el adiós había comenzado.

MNEMÓSINE

1 comentario:

  1. Que lindo !! Como la extraño a Esper... Al leer esto, recuerdo cada instante vivido junto a ella, y lo mucho que la extraño... parece que fue ayer, que era solo una pequeñita que abrió una caja de alfajores y se encontró con la primera mascota de su infancia... Parece que fue ayer, que nos dejo y se fue al cielo, pero no esta solita, ella nos cuida, y junto a Dana, nos mira.. Porque fueron nuestras guardianas en la tierra y también en el cielo!
    Que lindo má...! Me encanto, espero el próximo..
    Besos
    Vicki.

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