lunes, 30 de agosto de 2010

Llegando la primavera(Memorias de una profesora "subversiva")

Nº 4
Las cuatro estaciones....( llegando la primavera)
(A Claudio le gustaba la música de Bach.

El allegro Assai del Concierto para violín Nº 2 en Mi mayor era su preferido).................................................................................................................................

Esta inmensa tristeza de extrañarlos desde entonces

Era saber que ese día no podíamos dejar de llevar una bolsa para poner allí los regalitos que seguro recibiríamos de los chicos .

Porque siempre septiembre se venía cargado de paquetitos con moños y ramos de flores y macetitas llenas de flores de la estación .

Y las tarjetitas y los besos y el agacharnos para abrazarlos y demostrarles cuanto los queríamos particularmente ese día de septiembre que era nuestro día y en el que nos hacían sentir las “señoritas maestras” de la escuela de la villa.

Y el guardapolvo blanco almidonado y el cura riéndose de las maestras que ese día estaban vestidas de fiesta y de alegría porque así eran en mis épocas de juventud los días aquéllos que han quedado prendidos al guardapolvo blanco que con el paso de los años se quedó durmiendo en mis recuerdos.
Sin duda los mejores y más hermosos días de mi vida de maestra.

El viaje en tren hasta Rafael Calzada y el juntarnos las tres en la parada y el bajar las tres y caminar las tres hasta la escuela .

Al llegar a los pastizales , ahí nos bajábamos y ahí escondidos tras los verdes pastos nos esperaban los alumnos que luego caminaban con nosotras hasta la escuela.

Desde el camino se veía el mástil y la bandera que parecía enroscarse en una ronda con el viento daba la impresión de saludarnos.
Nené siempre se daba cuenta si el cura ya estaba en la escuela porque la bandera estaba hasta el tope.
Era un obsesivo el cura y siempre quería ver en lo alto a la bandera porque si no decía que la escuela parecía que estaba de luto.

Y nadie se ha muerto che, decía el cura mientras se anudaba la sotana para que no le molestara si se subía por el mástil, como un mono.

Che Claudio, parecés un mono le decía Nené y Claudio se reía.

Y los chicos aplaudían la proeza del cura mientras la Directora daba órdenes a Carlitos el portero para que el mate cocido estuviera calentito....

Porque hacía frío y porque corría viento y porque en las aulas las ventanas no tenían vidrios y porque las latas de dulce de batata no alcanzaban para calentarnos en esos inviernos que aprendimos a vivir entre el calor que se encendía al contacto de los cuerpos y los carboncitos que se ponían rojos en la lata de dulce de batata.

Bien juntitos decía Nené, bien juntitos así no sentimos frío.

Y daba resultado

11 de septiembre....¿cuántos desde aquéllos días?

Uno tras otro se fueron sucediendo

Sin Nené y sin Elena y sin Claudio y sin....

Que un día no llegaron a la escuela.

Y fueron esa ausencia que se extraña y que se busca y que se espera
En cada despertar de esas mañanas en que juntas tomábamos el tren hacia la escuela.

En cada atardecer de cada tarde al caminar el regreso de la escuela..

En cada pregunta preguntando por la ausencia de todas ellas
En cada respuesta sin responder ..

No había una respuesta a la pregunta de la ausencia

Sin duda alguna los mejores años de mi vida de maestra .

Pone más carbón a la latita decía Nené ...y al poner el carbón en la latita se encendía el calor de estar haciendo escuela en la pobreza de la escuela pobre que se quedó para siempre prendida en mis recuerdos.

Y en mi esperanza de volver algún día a encontrarnos para volver a caminar como entonces el camino hacia la escuela.

Donde estoy segura estará Claudio anudando su sotana para subirse como un mono por el mástil.

Mientras los chicos aplauden

Mientras las porteras y Carlitos preparan el mate cocido calentito.

Y la bandera juega a la ronda con el viento.

En el campito

De la escuela

domingo, 29 de agosto de 2010

Memorias de una profesora "subversiva" (Después de tanto tiempo)

Nº 3
"Chupete" y "El Coronel"....aún se presentan en mis sueños


Y me visitan
Después de tanto tiempo
Oigo sus voces
Y el ruido de las botas al subir las escaleras
Distinto al sonido de aquellos borceguíes que yo veía
por debajo de la venda

Después de tanto tiempo
................................................................
Aún insisto en aceitar las bisagras de las puertas cuando el tiempo las oxida¿Una manía? ¿una obsesión? ¿tal vez un mecanismo para olvidar otras bisagras y otras puertas que chirriaban al ser abiertas por aquéllos que eran dueños de la vida y de la muerte?
En la noches silenciosas de otras noches de hace tiempo allá en el tiempo se han quedado para siempre esos chirridos y esas puertas y esas ruidos.

Son las grietas, las hendiduras del corazón donde los años han guardado estas vivencias

Después de tanto tiempo puedo quedarme escuchando los sonidos de la noche y hasta suelo desvelarme si por acaso, pasos de caminantes se detienen bruscamente cerca del ventanal que da a la calle .

Y me despiertan y me alertan como entonces.Tic –tac –tic –toc mi corazón que se acelera, se vuelve loco, quiere salirse de mi pecho.

¿Es el miedo? ¿Es el terror?

Son las grietas, las hendiduras del corazón donde los años han guardado los recuerdos.
Después de tanto tiempo insisto en mirar detrás de las cortinas .

Es un querer asegurarme que no hay nadie en la puerta de mi casa .

Me cruzo de vereda si desconfío del que viene caminando hacia mi encuentro y hasta miro una y mil veces quien camina detrás de mi cuando camino.

Suelo huir de la gente,y los hechos de injusticia me sublevan(aún los más pequeños,)

Rechazo las preguntas, detesto me interroguen.

(Son esos huecos, esas grietas que tallaron la malicia de otros hombres. )

En mis sueños está “Chupete” y están los que estaban con “Chupete”

Y están las armas y están los detenidos en esa fila , y estoy con ellos en esa fila

Son esos sueños que quedaron para siempre entre mis sueños y que regresan

Como los ruidos, como el mirar y el espiar por la ventana como el cruzarme de vereda como tratar de averiguar quien es el que camina detrás de mi cuando camino

Y están los borceguíes, yo había aprendido a mirar por debajo de la venda y los veía

Y ahí quedaron guardados los borceguíes en mi memoria, quedaron guardados como se guardan los malos recuerdos que despiertan odio .

El alma con el tiempo no sabe por que se puede odiar a un par de pies que calzan borceguíes .Un baño , un corredor , los escalonesAl final del pasillo estaba el baño....y el espejoHacía frío , se moría entonces de frío, de tortura, de hambre o de muerte repentina.
Estabas hoy y ya no estabas al cerrarse las puertas de la celda.

Estabas sola después de estar en compañía.

Y ahí quedaron en mi alma las soledades , hicieron hueco igual que los grilletes, el corredor , el baño y los barrotes de las celdasHabía barrotes en mi celda.
Huecos en mi corazón.

Pequeñas grietas

viernes, 27 de agosto de 2010

Memorias de una profesora "subversiva"

Nº 1


TODAVÍA JUAN,..........todavìa


(Los curas de la villa, los curas del tercer mundo, los chicos de la villa, las maestras villeras,la polenta, el arroz, las ranas del arroyo,los pajaritos y la gomera....no habìa piqueteros, tampoco habìa cartoneros.
Desde siempre había los pobres.
Desde siempre los excluidos en este paìs de excluidos). Eran otros tiempos y era otra la escuela.
Tambièn eran otras las maestras y tambièn eran otros los alumnos Los alumnos de aquélla època ,si, los alumnos de aquélla època , eran alumnos que esperaban a la “seño” en la esquina de la escuela. Y la acompañaban a la “seño” que llegaba cansada de caminar las veinte cuadras desde la parada del colectivo. Porque el colectivo no llegaba hasta la escuela. Las “seño” de aquélla època viajaban a “dedo”.
Nadie pensaba mal entonces.
Las maestras usaban el “dedo” para viajar hasta esos destinos que el Consejo Escolar entregaba dobladito en forma de cucurucho.
O iban en bicicletas,pedalendo y pedalenado. Pasaban la Monteverde y seguían pedalendo.
O si habìa suerte ,el Citroên, patito feo le decìan. Y allì estaban,.
Algunos con zapatillas, otros sin guardapolvos, todos con los mocos colgándoles de las narices que el frìo del invierno empujaba hasta la boca. Y los cachetes colorados, casi violeta los cachetes.
Cuando la piel de los alumnos es como el color de la tierra, los cachetes se ponen violetas no colorados. Y habìa turno “intermedio”.
Si, tres turnos de tres horas cada uno.
Una hora menos de clase.
Pero, bueno, solo para los de la villa, los de las escuelas de chapa y ladrillos carcomidos.
Las maestras de aquélla època, eran maestras villeras, como los chicos de las escuelas, como las porteras de las escuelas, como los curas que trabajaban con las maestras de la Villa.
Curas del tercer mundo, asì les decìan entonces.
Vivìan con los villeros, trabajaban con las maestras villeras.
Decìan que Dios estaba sentado entre los villeros.
Que tambièn sufrìa el frìo y que comìa polenta. Las maestras de la villa...siempre habìa transporte para las maestras villeras.
El carrito del verdulero , el camiòn del camionero...siempre habìa, siempre se llegaba a la escuela. Y las aulas sin ventanas que dejaban entrar al frìo como si nada.
Y la costumbre de sentarnos bien pegaditos, uno juntito al otro.
Si, para darnos calor.
Calor con nuestros cuerpos para disimular la pobreza o para burlar al frìo. Pero habìa otro calor que nos encendía el alma.
Y salìa de la cocina pequeña donde las porteras con el delantal de porteras preparaban el mate cocido.
Calentito, humeante, que nos acercaban al aula en la jarra y en vasitos de plásticos.
Los vasitos que luego se amontonaban en pila en la mesa de madera. Y entonces aparecía Juan.
En realidad aparecía primero la bolsa con los ositos y detrás de la bolsa de plástico aparecía Juan.
Se tapaba la cara con la bolsa , para hacerse el gracioso o para llamar la atención.
No sè, siempre me rìo cuando viene a mi memoria ese recuerdo . Los ojos de Juan, negros, muy negros los ojos de Juan.
Vamos Juan, vamos que ya es tarde.
Esa era yo, intentado incluirlo en la clase del dìa o del mediodìa, todo un lìo eso de los tres turnos. Y Juan entonces, daba una vuelta (como las calesitas)y se desparramaba con ruido sobre la silla. Llegaba siempre tarde,siempre quince minutos tarde.
Juan, otra vez llegaste tarde. Mi voz recordándole a Juan el horario de clase.
Ya sabe “seño”, la voz de Juan recordándome el motivo de su llegada tarde. ¿Y ahora que pasò Juan? Y Juan como sobrándome desde su niñez-adulta me miraba . Menos pregunta Dios y perdona, ...”seño”.
Y entonces a su contestación le respondìa mi silencio.¿Còmo contestar a la niñez atropellada?
¿Còmo contestar a un chico que llegaba de trabajar para cumplir con la escuela?
Por el salario seño, por el salario vengo a la escuela.
Tomaba el lápiz y con rapidez multiplicaba la cantidad de hermanos por el valor del salario escolar. Si. Juan trabajaba para ayudar a su madre y a su padre y a su casa y a sus hermanos.
Juan vendìa ositos de peluche en la calle. Póngame el presente “seño”.
Me ordenaba Juan.
Y yo le ponìa presente y èl se ponìa contento.
Once años tenìa Juan , tan sòlo once años.
Y se sentaba justo frente a mi escritorio.
Primero los cuadernos y la lapicera sobre su banco.,luego la bolsa con los ositos sobre mi escritorio. Estàn cansados “seño”, yo tambièn estoy cansado. A veces contento, a veces triste.
Dependìa su tristeza o su alegrìa de las ventas callejeras. Ositos celestes con ojitos de vidrio rosado. Ositos rosados con ojitos de vidrio celeste. Para las nenas o para los nenes(la explicación de Juan , siempre la misma a la misma pregunta). Juan sabìa de cazar ranas en el arroyo y pajaritos en los árboles cercanos a la escuela. Sabìa de guisos y de polentas con ranas y con pajaritos .
A la noche tomamos caldo y a la mañana mate cocido con pan de ayer(asì llamaba Juan al pan duro).
La dieta de Juan(enriquecida con el mate cocido de la escuela) y con las naranjas que siempre traía el cura de la villa.
Ahì vienen las naranjas, gritaban los chicos de la escuela y aparecía el cura con la bolsa de naranjas.
Descargaba su preciada carga y se iba. Juan quedò para siempre en mi recuerdo.
Su piel como el color del lodo que se nos pegaba en las botas de goma cuando, después de la lluvia llegar a la escuela significaba hundirnos en el barro y sentir las piernas pesadas, muy pesadas.
Costaba caminar, si, costaba mucho. Juan tenìa el cabello lacio y negro, muy negro era el cabello de Juan . Y tenìa ojos negros y muy tristes. Siempre recuerdo los ojos tristes de Juan Juan no faltò nunca a clase mientras yo fui su maestra de cuarto grado. Otros destinos de maestra suplente me alejaron de la villa y de la escuelita de chapas(màs adelante conocerìa otras villas y otras escuelas de chapas y ladrillos carcomidos). Otros caminos me llevaron con el paso de los años a recorrer una tarde de diciembre las calles de Lomas de Zamora. Mi panza de ocho meses me arrastraba por Laprida( una peatonal que a esa hora de la tarde era semejante a una hoguera). Seño, seño, seño....No tuve tiempo de dar vuelta mi cabeza en dirección de la voz que me llamaba “seño”. No tuve tiempo .
Dos brazos me rodearon los hombros.
Soy yo “seño”, soy yo. Yo ,Juan¿Se acuerda de mi? ¿Còmo no acordarme de Juan, de sus ositos, de sus ojos y de su piel color de barro? Me puso un osito de peluche color rosa entre mis manos.
Tome “seño”, para la nena. Acuérdese, va a tener una nena Todavía lo recuerdo con los mocos y los cachetes violetas por el frìo del invierno. Todavía lo recuerdo, abrazàndome con sus brazos , con ternura, con ese sentimiento de la cosa compartida. Todavía lo recuerdo en el osito de peluche rosa que me sigue mirando (después de casi 30 años )a travès de sus ojitos de vidrio color celeste. Todavía Juan, todavía......

Memorias de una profesora "subversiva"

He decidido reunir todos los escritos relacionados con mis recuerdos de mi paso por el Sistema Educativo Provincial para compartirlos con ustedes, mis compañeros y compañeras.
Muchos ya están publicados pero en este espacio estarán todos juntos.
Los que me llenaron el alma de sonrisas y de lágrimas, de dichas y de desdichas.
Entre ellos los recuerdos de todas mis mascotas que hicieron que mis días escolares se transformaran en deseos de regresar a mi casa para compartir el pan de cada día, la lágrima y la sonrisa, la alegría y la tristeza que siendo maestra perimero y profesora después se acomodaron en cada uno de mis días.
Junto a mis hijos.
La mejor de mis obras.
Y la mayor felicidad que como mujer pude vivenciar
Espero hacerlos llorar y hacerlos reir .
Así es la vida.
Y así es mi vida.

Hasta la Victoria Siempre

domingo, 22 de agosto de 2010

UNA PERRA LLAMADA ESPERANZA






Capítulo III






Esperanza había crecido al compás del crecimiento de mis hijos a quienes cuidaba y protegía.
Javier solía sacarla a pasear por el pueblo los domingos cuando iba hasta la panadería a comprar facturas para el desayuno dominguero que nos reunía a todos alrededor de la mesa con el mate y la chocolatada y la taza de café y el tazón de leche tibia para Esperanza.
Creo que cuando los años pasaron y cada uno de mis hijos mayores formaron sus propios nidos lo que más extrañé fue esa reunión alrededor de la mesa de los domingos con la pava y el mate y con el ruido que nuestra perra hacía mientras pasaba la lengua por el tazón hasta dejarlo limpio.
Esperanza se paraba junto a Javier y comenzaba a mirarlo fijamente hasta que obtenía lo que quería.
¿Qué quería?
Un pan de leche que era de todas las facturas su preferida.
Amiga de los recolectores de la basura no bien escuchaba el ruido del camión de la Municipalidad comenzaba a aullar al igual que cuando el ruido de la sirena de los bomberos nos despertaba en las noches o en los amaneceres de Adrogué.
Una perra loba y una fiel guardiana que si me veía llorar se tiraba a mis pies y comenzaba a lamerlos o me secaba las lágrimas con la lengua .
Y entonces yo la acariciaba porque sentía que Esperanza y yo nos habíamos conectado de una manera tan particular que era como si mi corazón y su corazoncito de perra latieran al mismo tiempo .
Ella sabía que yo estaba triste y abandonando el portón de entrada ladraba hasta que la hacía entrar en la casa.
Entonces se venía hasta mi habitación cuando por las noches solía despertarme llorando en aquellos días difíciles para mis hijos y para mi.
Y de un salto se subía a la cama y ahí se quedaba hasta que sonaba el despertador que a las cinco de la mañana hacía sonar su campanilla porque yo tenía que levantarme para irme a trabajar a la escuela.
De una a otra escuela así mi vida de entonces.
De una escuela a otra escuela siempre .
Con frío o con calor con truenos o con relámpagos, con ventarrones o con chaparrones .Indefectiblemente salía “emponchada” de mi casa y caminando me iba hasta la Avenida Seguí en la que esperaba el Jeep de Guillermo(el profesor de historia) que me levantaba y cagándonos de frío llegábamos a la escuela donde compartíamos el mate con las porteras y con el portero hasta que sonaba el timbre de entrada.
Cuando regresaba a casa al mediodía Esperanza me adivinada y comenzaba a ladrar no bien comenzaba a transitar por la vereda de mi hogar.
Y al verme ladraba y pegaba saltos con sus patas enormes que a veces solían tirarme al suelo.
Y nos abrazábamos y yo la besaba y ella me devolvía el beso en lengüeteadas que me dejaban la piel húmeda y pegagosa.
Le gustaban las manzanas y las mandarinas y nunca pudo habituarse a comer alimento balanceado.
Su devoción por los huesos hizo que muchas veces me enojara con ella porque Esperanza solía esconderlos debajo de la Santa Rita y los sacaba de ese lugar generalmente cuando yo había terminado de limpiar el patio con agua y lavandina.
Esper así le decíamos.
Y Esper paraba sus orejas y corría hacia quien la llamaba.
Victoria era muy pequeñita y Esper se transformaba en un andador para que caminara junto a ella porque la doblaba en peso y en tamaño.
Un día de esos días en que Esper se estaba dejando bañar al tocar una de sus patas sentí una dureza cerca de las uñas.
Esper ya había cumplido siete años y me preocupé porque nuestra veterinaria Alejandra nos había dicho que los ovejeros solían tener una muerte precoz.
Nunca pensé que Esper nos podía abandonar.
Eso podía pasarle a mi vecina y a su perro pero nunca a Esper y a nosotros.
Esper comenzó a renguear y al tocarle la pata me avisaba con su ladrido que le dolía.
Yo no sabía que el adiós había comenzado.

MNEMÓSINE

domingo, 8 de agosto de 2010

UNA PERRA LLAMADA ESPERANZA



CAPÍTULO II
Esperanza había descubierto que la habitación de Javier iba a ser su habitación.
Y allí y mientras fue una cachorrita durmió en la cama junto a mi hijo.
Al pasar el tiempo y al crecer ,Esperanza cambió la habitación por un lugar junto al limonero y a la Santa Rita que crecían en el patio y que aún hoy y después de habernos dejado siguen dando flores y extrañándola.
Porque Esperanza no solo fue una perra ovejera sino que además fue nuestra ídola, nuestra fiel compañera, nuestra adorable guardiana y nuestra inolvidable y amada perra ovejera.

Javier y Esperanza eran un solo corazón.
Juntos a la escuela , juntos a la canchita en la que Javi jugaba a la pelota con sus amigos.
Siempre esperándolo a las madrugadas cuando ya al llegar el tiempo de salir a bailar se había incorporado a la vida de mi hijo que transitaba por entonces su adolescencia.
Guardiana de la puerta de nuestro hogar nada ni nadie podía apartarla del portón de entrada y sus ladridos siempre nos alertaban sobre la presencia de quienes se acercaban a la casa.
Por entonces nuestro hogar no tenía timbre y quienes querían llamar nuestra atención solían golpear las manos.
Aquella mañana Esperanza había comenzado a ladrar de una forma extraña.
Era un ladrido que sonaba a nuestros oídos como un pedido de auxilio o una llamada de alerta.
Por aquellos tiempos la “perrera” junto con los “malditos perreros” como los llamaban los chicos del barrio solía pasar por las calles del pueblo levantando a los perros vagabundos o sin dueños .
Y ese día Cristino un perro de la calle que dormía en la puerta de la casa de mi vecina se había acercado al portón y parecía como pedirle ayuda a Esperanza.
Mis hijos lo habían bautizado “Cristino” al vagabundo porque decían que se parecía a mi por la cantidad de rulos negros que se enroscaban en su pelaje.
Era sábado y yo que no tenía que trabajar estaba colgando ropa en la terraza colonial en la que siempre me sentí cerca del cielo y de las estrellas .
Y desde allí era fácil visualizar toda la cuadra .
Lo que vieron mis ojos me pusieron es estado de conmoción por cuanto “La perrera” se acercaba a nuestra cuadra y el ladrido de Esperanza tenía que ver con que “Cristino” estaba a merced de los “perreros”.
No se como ni de que manera llegué al portón y alzando a Cristino lo puse a resguardo del camioncito de la Municipalidad salvándolo de ser levantado por vagabundo.
Y de una muerte segura .
Y así fue como Cristino entró desde aquella mañana a formar parte de nuestra familia y a convertirse en el agradecido amigo de nuestra perra Esperanza.


domingo, 1 de agosto de 2010

UNA PERRA LLAMADA ESPERANZA



(Primer capítulo)

Eran los tiempos en que para ir a trabajar a la E.E.Media Nº 6 me cubría los ojos con anteojos oscuros.
Porque me pasaba las noches llorando extrañando a quien se había ido dejándonos y olvidándose de todos nosotros.
Victoria(la menor de mis cuatro hijos) era chiquitita, tanto que entre todos tratábamos de protegerla de ese sufrimiento que inevitablemente producen las partidas y las pérdidas.
Cuando se desencadenan las partidas al parecer se ponen de acuerdo y una tras otra se suceden.
Y ocurría en aquellos tiempos que nuestro perro Platón de raza puro perro también nos había dejado porque de tan viejito una mañana de aquellas mañas apareció dormido en su casita.
Pero no estaba dormido , estaba muerto.
Fue entonces que decidimos que había que traer un perro .
En el interior aparecieron dos conejos y una gata a la que llamamos Angélica .
Aún está con nosotros y ya está tan viejita que no tiene dientes pero conserva su hermoso pelaje gris.
Un día de esos días en que estaba dando clases en la Escuela Media de Loma Verde, sabiendo mis alumnos que yo andaba buscando un perrito para llevar a compartir las horas y los días en nuestro hogar, se aparecieron con una cajita de alfajores.
Realmente me imaginé que ese día iba a compartir alfajores de dulce de leche con mis alumnos que tenían la costumbre de traer al aula alfajores y golosinas para amenizar las charlas y los debates que se daban en clase.
Y entonces , al abrir la cajita me encuentro con una cachorrita de raza “Ovejero Alemán” que según mis alumnos eran utilizadas para cuidar los gallineros de la zona.
Llena de pulgas y tan pero tan pequeñita que cabía en la cajita de alfajores y hasta que me la llevé a casa tras la jornada laboral la perrita fue bautizada una y otra vez con distintos nombres.
Recuerdo haberle pedido permiso al Director para usar el teléfono de la escuela y poner al tanto de lo que ocurría a mis hijos mayores.
Entonces y después de viajar en el 514 que era el Bondi que entraba al barrio y me dejaba en la puerta de la escuela y en la esquina de mi casa llegué con la cajita a mi hogar.
Creo que nunca podré olvidarme la cara de Victoria cuando al abrir la cajita de alfajores se encontró con la cachorrita.
Que fue bautizada Esperanza.
Vaya a saber por que mis hijos la bautizaron con ese nombre, pero a partir de ese día Esperanza con su pelaje marrón y negro comenzó a compartir una etapa de nuestras vidas que nos marcaron a fuego el corazón con tantos recuerdos que aún hoy y después de tantos años la seguimos recordando y amando.
Hasta el próximo domingo
Mnemósine