miércoles, 1 de febrero de 2012

Doña Perla



Así la llamábamos las maestras que habíamos sido designadas para trabajar en la escuela de Barrio Lindo.
Una escuela rancho en la que las aulas comunicaban a un corredor y en la que la Dirección donde tenía su “despacho” Doña Perla era una tapera que cuando llovía había que poner baldes para que no se mojaran los registros ni los papeles que doña Perla tenía sobre el escritorio.
Doña Perla ha quedado prendida en mi corazón y supongo que en el corazón de cada una de las maestras que en aquellos años de nuestra juventud tuvimos la dicha de compartir la docencia con ella .
Porque Doña Perla era algo especial.
Era la Directora y al mismo tiempo era la persona que estaba atenta a nuestros problemas y a los problemas de los alumnos a los que conocía y reconocía por su nombre
No se como lo lograba pero cada alumno sabía que a Doña Perla nada se le escapaba porque su cabeza era una agenda en la que guardaba los datos de los alumnos y de sus problemas.
Cada alumno es un ser humano con sus alegrías y sus tristezas y tenemos que conocerlos para llegar a ellos.
Así nos guiaba quien hacía formar al alumnado en el corredor para la ceremonia de izado de la bandera y para saludar al cura que venía día por medio a ver si necesitábamos algo.
Porque en aquellos tiempos los curas villeros trabajaban a la par de las maestras recorriendo casas y poniéndonos al tanto de sus problemas y necesidades.
Tengan mucho cuidado cuando van al baño señoritas porque hay un alumno que espía a las maestras cuando están en ese lugar(nos alertaba Doña Perla en las reuniones de personal)
Y aunque no se pueda creer cada una de nosotras que hacía uso del baño(un agujero en un cubículo de dos por dos)se tomaba el trabajo de tapar la ventanita que permitía la ventilación y que el curioso utilizaba para reírse de las maestras.
Me consta porque un día habiéndome olvidado de tapar la ventanita y mientras estaba haciendo mis necesidades lo vi al niño Froilán sacándome la lengua y riéndose a carcajadas.
Ya le había pasado lo mismo a Lucrecia que era quien nos transportaba hasta la escuela en su Citröen y también a Mirta que pasados los años llegó a ser una funcionaria importante de la Municipalidad de mi pueblo.
Pero, a diferencia de muchos funcionarios, Mirta fue siempre Mirta.
Humilde, compañera, atenta a las necesidades de quienes la necesitaban .
Las enseñanzas de Doña Perla habían germinado en ella y crecieron en forma de servicio a la comunidad para la que trabajó hasta que se jubiló.
No se por que hoy mientras miraba mi foja de servicios docentes en la Provincia de Bs As al leer Escuela Nº 49 vinieron a mi memoria los recuerdos de aquellos inolvidables días en que no importaba si llovía o si teníamos que salir del aula porque nos mojábamos porque los techos no resistían o si en lugar de viajar en el Citröen teníamos que tomar la bicicleta y pedalear hasta la escuela para llegar 15 minutos antes porque Doña Perla era estricta en ese tema.
Su cabello blanco y con rulos y su delantal prendido con pulcritud al igual que sus zapatos siempre lustrados han quedado en ese espacio en el que se durmió la nostalgia de aquellos días tras tantos años pasados desde entonces.
La última vez que vi a su hija me contó que Doña Perla estaba muy viejita y al cruzármela nuevamente hace muy poco tiempo no he querido preguntarle por Doña Perla.
Quiero tenerla en mi memoria así, como cuando nos llamaba a la Dirección para brindar porque Lucrecia se casaba o porque yo había aprobado un exámen en la facultad o porque el cura le había traído buenas noticias respecto de los curas que se agregaban al trabajo comunitario y que caminaban junto a nosotras las calles de tierra(que se hacían barro cuando llovía) y con las botas de goma les salpicábamos las sotanas y los curas se mandaban una puteada luego de lo cual se persignaban y encendían un pucho mientras duraba la caminata hacia la casa de algún alumno que hacía días que no aparecía por la escuela.
Con el tiempo nos fuimos separando, tomando distintos rumbos.
Un día de esos en los que una no se imagina que a pesar de brillar el sol las nubes pueden taparlo de golpe la noticia de la muerte de Lucrecia me sorprendió en la escuela por medio de otra compañera con la habíamos sido compañeras en la escuela primaria y en la secundaria.
Un día de esos días de calor y mucha humedad, caminando por las calles de mi pueblo la voz inconfundible de Mirta me hizo detener y darme vuelta.
Había pronunciado mi nombre y después de muchos años volvíamos a encontrarnos.
Se enteró por mi de la muerte de Lucrecia y entre lágrimas que se hicieron llanto recordamos los días aquellos en que ajenas a todo lo que no fuera la juventud, la niñez, el trabajo y la militancia llegábamos a la escuela en Citröen o en bicicleta y en la puerta Doña Perla que nos esperaba para darnos la bienvenida.
Doña Perla fue “LA DIRECTORA” y así quiero recordarla hoy en que vaya a saber por que se vino a mi recuerdo con sus cabellos blancos llenos de rulos y su delantal pulcro y sus zapatos lustrados.

Hasta la Victoria Siempre

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